Ella.
(Ella) podría ser una palabra inexistente que la defina.
La llamaría amor pero es más grande que eso,
ese sentimiento tan común para explicar
porque el corazón late de forma diferente.
Pero no es amor,
porque no duele aunque por dentro mata,
porque no da vida pero tampoco me la quita.
(Ella) podría ser una estación en mi cama,
y contener la forma de mi sexo.
De primavera a primavera.
Yo dentro de ella esculpiendo un poema.
Podría ser estación pero no lo es,
Quiere ser solo pasajera,
mirando a donde el destino me lleva.
De ser estación sería un otoño que florece,
en mi alma hecha de invierno
aunque su amor la incendia.
Podría también ser una nota entre mis manos,
pero aunque es música no podría ser
una de las canciones de moda sonando en la radio.
Porque es una sinfonía de gemidos
para escuchar por un siempre,
cuando entre sus piernas me olvido de morir sin ella.
Si ella quisiera ser; sería.
No alcanzaría toda la poesía del mundo
para determinar en qué versos cabría más
o en cuáles menos.
Por hoy la leo,
por hoy la escribo,
y la sigo llamando,
(al tenerla entre mis brazos)
«mía».
AHE.
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